Soy un pobre presidiario

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Dicen los medios internacionales oficiales, que, portada arriba, portada abajo, vienen siendo todos, que el principal reto del presidiario que va a mandar en Brasil es acabar con el hambre. Usted, ¿cómo lo ve? ¿Desde cuándo un comunista se dedica a acabar con el hambre y no a crearlo?

No entraré, para no ser demasiado cansino, en las formas, no precisamente legales, mediante las cuales el delincuente Da Silva fue indultado. Por resumir, fueron dos: el juez era un destacado militante del Partido, así, con mayúsculas, y, además, se consideraba que el preso era demasiado mayor para estar en la cárcel. Parece que no para ser presidente de un gran país, grande, al menos, en extensión, y puede que poco más.

Sí me centraré, por el contrario, en dos aspectos del resultado electoral que me llaman poderosamente la atención. El primero, lo ajustado del escrutinio final en segunda vuelta cuando todo estaba orquestado para la aplastante victoria del presidiario. Sacos, bolsas (que no bolsonaros) llenas de papeletas corriendo de mano en mano y de colegio en colegio, las redes sociales de los seguidores de su contrincante bloqueadas, los medios de comunicación (más los de fuera que los de dentro) explicando a su público a quién tenían que votar los lejanos brasileños, las potencias occidentales y, muy especialmente, los decadentes Estados Unidos y su aún más decadente presidente, pidiendo el voto para el enemigo natural… Todo ello, tanto esfuerzo, tanto delirio, tantas horas consumidas para, al final, conseguir apenas unas décimas más, decisivas, claro que sí, pero unas décimas.

El segundo aspecto que, no me sorprende pero sí me provoca cierta inquietud, es la derrota del actual presidente tras una legislatura (en Brasil no se llama así) mucho menos convulsa de lo que nos cuentan, con una economías que empezaba a recuperarse, a ser nuevamente poderosa y tenida en cuenta en este mundo tan global. Los críticos del modelo liberal dirán que esa recuperación, lenta pero real, venía de la mano de las grandes empresas. Claro., ¿de quién, si no? Igual piensan que la recuperación podía venir a cuenta de las redes clientelares de las petroleras que llevaron a Da Silva a la cárcel. O, por qué no, de las constructoras que le regalaron el apartamento.

Si se fijan con detalle en los resultados por estados, o distrito a distrito, la victoria del aún presidente es fácilmente identificable en las cuatro zonas más desarrolladas del país y, muy especialmente, en la joya de la corona, Sao Paulo.

No faltará quien diga, y quizá con razón, que el coronavirus y su gestión, se han llevado a Bolsonaro por delante, como, cuentan, se llevó a Trump. Pues pude que sí, y hasta tendría su punto de justicia (perdón, Lula, por decir justicia) pero, claro, dónde se gestionó bien la pandemia.

En Brasil, como en Estados Unidos, al menos vieron los ataúdes; aquí, en España, hasta las cifras nos ocultaron. En Estados Unidos, en Brasil, el pueblo castigó la mala gestión; en España, al responsable de decenas de miles de muertes, se le dio la victoria en las elecciones de Cataluña.

Em fin, será difícil pero, como decía la película de Roberto Frias, “Pra Frente, Brasil”.

 

Blog de Ángel Cuaresma

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