¿Oportunidad perdida?

ganado porcino

La celebración del puente del Pilar, como todos los puentes asociado a una supuesta falta de noticias que haría cobrar mayor relevancia a otras, ha coincidido con la reactivación, en la provincia de Zamora, de las movilizaciones en contra de los proyectos de instalación de lo que ya se ha dado en llamar macrogranjas de porcino.

Este tipo de movilizaciones, llevadas a cabo también en Soria contra planes de similar calado, y que lo han sido también contra diferentes tipos de actividad que se haya querido llevar al medio rural, siguen un esquema clásico. A saber: diferentes colectivos, en principio los comúnmente denominados ecologistas y/o de izquierdas, abanderados por personas muy alejadas geográficamente de estos lugares, alertan sobre los supuestos efectos de estas instalaciones en el medio ambiente, efectos que, a su entender, se extenderían a la agricultura, a la propia ganadería, que parece importarles mucho, a las escuelas, parques infantiles, centros de salud y todo aquello susceptible de mover a la solidaridad.

A continuación, son los colectivos en las antípodas ideológicas de los antecitados quienes, en una especie de movimiento sísmico, se unen a lo que, a estas alturas, ya se llama plataforma de afectados (aunque no se sepa muy bien de qué o por quién) y, acto seguido, las familias de clase media, habitualmente tan reacias a la movilización, son las que acuden con sus hijos como una actividad más de ocio del fin de semana.

El último eslabón de la cadena es que los mayores de la zona, aún más renuentes al protagonismo, enarbolan pancartas con leyendas en las que se pide que las granjas se instalen en el centro de una gran ciudad, a ser posible, en las cercanías de la vivienda privada de algún político, ni siquiera en la del propietario o directivo de la empresa encargada de la demonizada instalación.

Como comprenderá el avisado lector, entre tanto eslabón de contrarios a la planta, granja o mina, no faltan aquellos que, en principio, serían los teóricamente más beneficiados por un proyecto del que no tenemos muy claros sus perjuicios para el medio ambiente, que seguro que alguno hay pero, ¿de verdad está nuestro campo para desperdiciarlo?

¿De verdad provincias como Soria con su despoblación, o Zamora, con su despoblación y su paro, están para andarse con tanto remilgo? ¿Y cuáles son las alternativas que se barajan?

Hombre, puede que fuera mejor un laboratorio farmacéutico, al que alguna pega encontrarían, seguro;  o una industria del automóvil (puf, con lo que contaminan los coches); o una agencia de servicios, que no crean que genera mucho empleo indirecto; o una universidad (sin alumnos, claro).

No quiero decir con esto que nuestro medio rural tenga que estar condenado sólo a las macrogranjas pero es que eso es el medio rural: la agricultura y la ganadería y, desde luego, estas instalaciones nada tienen que ver con lo de hace años, precisamente por lo que se les critica, por los proceso de limpieza de las consecuencias de su actividad.

Hemos perdido la batalla de lo nuclear (pese a su limpieza y eficacia), el carbón ya se ha demostrado caro y, este sí, contaminante; lo eólico y solar, es muy caro, la mina de uranio, tampoco la queremos;  la de magnesita, menos; la fractura hidráulica es poco menos que pecado mortal; las macrogranjas , gastan agua (imagínense si ni la consumieran) y provocan olores (comparen con lo que era una explotación en esas épocas que ahora les parecen doradas).

Lo dicho, movilícense, quéjense y pidan, incluso en las Cortes, que no se apruebe el proyecto. Después, pregúntense por las consecuencias y si hemos perdido una oportunidad. Una más.

Blog de Ángel Cuaresma

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