«Aragón y el glisosato» José Luis Romeo Martín, ASAJA Huesca

Agronews Castilla y León

6 de noviembre de 2016

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Los agricultores tenemos la importante tarea de producir alimentos para nuestra sociedad y en esa labor nos preocupamos especialmente de dos cuestiones: que sean seguros y que sean competitivos.

En lo que se refiere a la primera cuestión, garantizar la seguridad sanitaria de nuestros productos es algo esencial para nosotros, porque una quiebra en este aspecto puede hundir todo un sector. Basta con recordar la “crisis de los pepinos”, una contaminación alimentaria de verduras ecológicas por la bacteria e-coli que produjo más de treinta muertos en Alemania. Y atribuida erróneamente por un ministro alemán a unos pepinos españoles, dio al traste con todas nuestras exportaciones de verduras en aquel año. ¡Y no sólo las ecológicas!

En lo que se refiere a la segunda cuestión, ser competitivo en agricultura es imprescindible para sobrevivir. En primer lugar, porque los mercados de los productos agrícolas están muy abiertos, sin apenas protección arancelaria, sea en cereales, frutas u hortícolas. Basta pasarse por un supermercado para observarlo: manzanas de Chile, tomates de Marruecos o nueces de California…; Y en segundo lugar porque el consumidor busca el producto barato y además ya se ocupan las grandes superficies de apretar a los productores para conseguirlo y en lo posible de aumentar su margen. Un ejemplo claro es la leche, sector que vive una gravísima crisis.

Para garantizar la seguridad alimentaria y la competitividad los agricultores necesitamos utilizar productos fitosanitarios. La presencia de plagas de insectos o de malas hierbas en los cultivos afecta, no sólo a los rendimientos que se obtienen, sino a la seguridad de los alimentos. Por ejemplo, la presencia de malas hierbas o las heridas producidas por los insectos en los frutos de una planta facilitan el crecimiento de hongos en nuestros cultivos que en algunos casos producen las sustancias tóxicas naturales denominadas “micotoxinas”, muy venenosas.

Los tratamientos con fitosanitarios, sean ecológicos o no, suponen la utilización de productos que matan los insectos, plantas u hongos contra los que se dirigen. Todos esos productos son tóxicos, o como dijo Paracelso “todas las sustancias son venenos; no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia a un veneno de una medicina…». Por eso los fitosanitarios se aplican en las dosis prescritas por agricultores que han recibido cursos especiales que les conceden el carnet de aplicador de productos fitosanitarios y con sulfatadoras que pasan periódicamente su correspondiente ITV oficial. Y además todo fitosanitario tiene un periodo de seguridad tras su aplicación para garantizar su descomposición o la desaparición de sus efectos.

Hemos de comprender que nuestra vida cotidiana está rodeada de productos químicos que sirven para garantizar nuestra seguridad. Pensemos en los productos de limpieza que utilizamos en nuestras casas, en los tratamientos que se hacen contra el mosquito tigre o la mosca negra en el entorno de nuestras poblaciones, o en el agua con la que bebemos o cocinamos, que se desinfecta con cloro. Pues bien, el cloro es un producto muy tóxico y estadísticamente el agua clorada está relacionada con el aumento de los casos de cáncer de vejiga. Pero la supresión del cloro en el agua originaría un grave aumento de las enfermedades en la población.

Corresponde a los científicos determinar cómo debemos utilizar los productos químicos que nos rodean. Determinar sus dosis, su destino y su modo de aplicación. Y aclaradas estas cuestiones por los científicos en su ámbito, no procede que se arguyan argumentos políticos o “creencias” para sembrar dudas en la población. No procede y es irresponsable desacreditar argumentos científicos en base a otros que no lo son. A Galileo ya lo condenó la Inquisición y las inquisiciones deben quedar relegadas a la historia y no volver nunca más.

Viene esto a cuenta de la polémica suscitada por el ayuntamiento de Zaragoza por la prohibición del uso del glifosato en jardines y parques.

El glifosato es un herbicida que actúa sobre una enzima propia de las plantas, por lo que prácticamente no tiene toxicidad en los animales. Como dice el prof. J.M. Mulet (http://jmmulet.naukas.com/2014/06/23/podemos-intoxicarnos-con-el-glifosato/) “el IC50 (un parámetro que mide la toxicidad) del glifosato es menor que el de la cafeína o la aspirina”.

La EFSA, el organismo europeo que vela por la seguridad alimentaria, esos que no se cortaron un pelo en paralizar el sector vacuno con la “crisis de las vacas locas”, considera que el uso del glifosato es seguro. Y también lo hacen los organismos científicos reguladores de cada país que controlan la seguridad alimentaria.

El glifosato es una herramienta imprescindible para los agricultores aragoneses porque permite un control sencillo y rentable de las malas hierbas. Y es necesario de manera específica para la agricultura de conservación, una modalidad en crecimiento dentro de Aragón que, en el caso de la siembra directa fueron 112.701 hectáreas en el año 2015 (datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.)

La agricultura de conservación permite reducir costes a los agricultores y mejorar la calidad de los suelos de sus explotaciones, al tiempo que disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, fijar carbono atmosférico en los suelos, retener la humedad en el suelo o proteger la biodiversidad en las tierras de cultivo. No existe una alternativa a esta sustancia activa, que combine su excelente control de las malas hierbas con su baja toxicidad para humanos y animales.

Y además, puesto que su patente caducó ¡hace 16 años! esta sustancia se produce por empresas españolas y extranjeras a un precio muy asequible lo que repercute en beneficio económico para los agricultores.

El glifosato es un buen instrumento para los agricultores porque es competitivo y es seguro. Y es importante para los agricultores aragoneses. ¡No levantemos dudas respecto a su uso sin fundamento científico! ¡No levantemos dudas infundadas sobre nuestros productos! ¡No desacreditemos a nuestros científicos y autoridades reguladoras sin un motivo científicamente sólido! Porque si debemos desconfiar de lo que ellos nos dicen, ¿en quién confiaremos? ¿En una nueva inquisición? ¿En el brujo de la tribu?

José Luis Romeo Martín, Vicepresidente de ASAJA Huesca


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